El Viernes Santo, mientras rezábamos el vía crucis en la plaza de la iglesia de Calella, un ojo fotográfico captó una sugerente imagen: sobre la cruz se leía la frase «Va de libertad». Independientemente de que estas palabras hayan sido el lema electoral de unas determinadas siglas políticas, la coincidencia no buscada me pareció teológicamente significativa, y así como había sido compartida conmigo la fotografía, también yo la compartí en las redes. No pasó demasiado rato cuando, además de numerosos «me gusta», aparecieron unos pocos comentarios de enarbolados defensores de la necesaria neutralidad política de los ministros de la Iglesia…
Hace algunas semanas, un compañero sacerdote me echaba en cara haber promovido con otros clérigos, a raíz del referéndum del 1 de octubre y del encarcelamiento de líderes políticos y sociales catalanes, una defensa inequívoca de los derechos nacionales de nuestro pueblo desde los principios de la doctrina social de la Iglesia. Me dejó perplejo y triste, cuando incluso me dijo que yo era responsable de haber enrarecido y dividido al clero catalán…
Poco antes de que fueran trasladados a Madrid, tuve la ocasión de estar en la cárcel de Lledoners y de conversar personalmente con seis de los que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo. Todos ellos irradiaban una serenidad y una luminosidad que eran signo inconfundible de autenticidad. Sin rencores ni odio hacia los que les han encarcelado y los que desean para ellos largos años de cárcel. Firmes en la defensa de lo que creen legítimo, a pesar de que ello pueda comportar sufrimiento para ellos y para sus familias…
Estoy convencido de que la gente de buena voluntad (y dentro de estos me gustaría incluir a todos los «de misa») podemos estar de acuerdo en que en la cárcel no tendría que estar nadie que no ha cometido ningún daño, y mucho menos gente de la talla moral e intelectual de los que tenemos sentados en el banquillo de los acusados. Sí, digámoslo claro todos, nos sintamos catalanes o españoles o bien catalanes y españoles. No va solo de libertad, también va de justicia y de amor.
Cinto Busquet