Del Diálogo al Pacto

Los conceptos de diálogo y pacto son ideas fundamentales en la reflexión teológica cristiana. Dios llama al ser humano a la existencia porque quiere entrar en diálogo amoroso con él. Dios en Él mismo es diálogo de amor ilimitado entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo: unidad perfecta en el respeto absoluto de la distinción. Jesús de Nazaret es la Palabra Encarnada que sella definitivamente la Alianza (=pacto) entre Dios y la Humanidad. Así como Dios no fuerza ni obliga sino que invita a acoger libremente su propuesta de diálogo filial y relación confiada con Él, así nosotros deberíamos dialogar y vincularnos amorosamente en la plena libertad y corresponsabilidad unos a otros.
La fe cristiana no es ni ideología ni doctrina abstracta desvinculada de la historia personal y colectiva. Es luz global que da sentido y muestra el compromiso que debemos tomar hacia los demás y hacia la sociedad de la que formamos parte. La tentación de relegar la religión al ámbito de los sentimientos y de las devociones privadas siempre está latente, y debemos recordarnos que una fe que no se encarna en todos los ámbitos de la vida tiene poco que ver con la propuesta de Jesús de Nazaret y con la praxis bimilenaria de la Iglesia. Es por eso que no podemos dejar de reflexionar sobre el proceso de emancipación del pueblo catalán desde las categorías del pensamiento cristiano.
Unionistas, soberanistas e independentistas, todos hablan de la necesidad de diálogo entre los diferentes actores sociales implicados, especialmente entre el gobierno español y el gobierno catalán, pero no todos coinciden en los mismos parámetros a la hora de definir los límites y la modalidad. La sensibilidad cristiana concibe el diálogo desde la dignidad y la igualdad de todas las partes implicadas, y rechaza todo tipo de imposición de una parte hacia la otra en nombre de criterios ajenos a los derechos naturales fundamentales de los individuos y de las sociedades.
Es por eso que no se puede hablar de voluntad sincera y plena de diálogo cuando no se está dispuesto a aceptar como salida posible la propuesta que propugna la otra parte, por más que a uno no le pueda gustar o le pueda parecer desaforada. Es necesario un diálogo donde las dos opciones en juego, la continuidad de España como la conocemos hoy y la independencia de Cataluña, sean admitidas como posibles soluciones de la aparente encrucijada institucional en la que nos encontramos. Solo desde un diálogo político de esta calidad se puede llegar a pactos que satisfagan a la mayoría, y tiene sentido para ambas partes hacer concesiones. En el caso de que una de las partes se empecine en no reconocer los derechos de la otra, legítimamente esta, sobre todo si está en inferioridad de condiciones, se verá obligada desgraciadamente a actuar sin pactar y sin contar con la aprobación de la otra.

Cinto Busquet

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