Catolicidad e interculturalidad

Durante la entrevista que Benedicto XVI concedió a los periodistas que viajaban con él durante el vuelo que le llevaba a Benín el 18 de noviembre, le presentaron el fenómeno del crecimiento de Iglesias evangélicas y pentecostales en el contexto africano y le preguntaron qué debería hacer la Iglesia católica para mantener y renovar su capacidad de atraer a las personas. El Papa, reconociendo que hay que revitalizar la fe católica, ofreció algunas sugerencias que me parecen muy válidas también en nuestro contexto europeo.

Primero de todo, indicó que es necesario que el mensaje sea sencillo, profundo y comprensible, con el fin de que el cristianismo aparezca como una propuesta comprensible y practicable, y resumió este mensaje sintéticamente con estos pocos conceptos: Dios existe, tiene que ver con nosotros, nos conoce y nos ama, y es por esto que la religión concretamente suscita la colaboración y la fraternidad.

En segundo lugar, constató la importancia de que la Iglesia como institución no sea sofocante, sino que siempre tengan la prioridad, en la vida eclesial, la comunidad y la persona. De hecho, es en África donde se ha profundizado y se ha subrayado especialmente la visión de la Iglesia como familia de Dios».

En tercer lugar, sugirió que la liturgia tiene que ser ciertamente participativa, pero no sentimental, y que «debe caracterizarse por la presencia del Misterio en el que entramos y por el que nos dejamos formar».

Finalmente, el papa Benedicto señaló que la inculturación de la fe cristiana no puede suponer un detrimento de su universalidad, y que la catolicidad genera interculturalidad, entendida como «encuentro de culturas en la verdad común de nuestro ser humano en nuestro tiempo» que acrecienta el espíritu de fraternidad en todo el planeta.

Nos urge hallar caminos eficaces de evangelización en nuestra tierra. Necesitamos aprender cómo comunicar mejor el anuncio que Dios existe, que podemos vivir en relación amorosa con Él y que, gracias a la experiencia íntima de la paternidad de Dios hacia todos, somos capaces de establecer relaciones fraternas con mujeres y hombres de cualquier condición y cultura. Este mensaje se convierte en comprensible y aceptable sólo cuando la Iglesia, además de audible, lo hace visible en su vida interna y externa, en sus celebraciones litúrgicas y en sus acciones sociales, en la dinámica positiva de sus comunidades y en la integridad ética de sus miembros.

La experiencia de la Iglesia como espacio intercultural donde el Espíritu hace familia a personas muy distintas y las armoniza en una unidad polícroma, es el fundamento sobre el que el hombre del siglo XXI podrá de nuevo ser motivado a abrirse al Dios Único, que en Jesucristo se manifiesta como Comunión de Amor y que en la Iglesia, «católica» por esencia, nos espera.

Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, diciembre 2011

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