Proximidad real y virtual

He tenido la oportunidad de participar el 1 de junio, con un grupo de adolescentes y jóvenes de La Cerdanya, en la primera edición del Canòlich Music, un festival de música de inspiración cristiana celebrado en Sant Julià de Lòria, en el Principado de Andorra. Las delegaciones de Enseñanza y de Juventud del obispado de Urgell, con la colaboración de muchos voluntarios de la parroquia, hicieron posible un acontecimiento artístico de gran calidad donde la fe se expresó a través de diferentes estilos musicales, pero siempre con un lenguaje que hablaba y hacía vibrar a jóvenes y menos jóvenes.

Algunos de los estudiantes de ESO y Bachillerato que acompañaba compusieron y presentaron una canción con un estribillo que decía: «Somos adolescentes y nos queremos, somos adolescentes y creemos en Jesús, somos jóvenes y nada nos podrá impedir recorrer un largo camino.» En un tiempo donde constatamos a menudo nuestra impotencia para animar a gente joven al seguimiento de Jesús y a un compromiso con la Iglesia, palabras como éstas, surgidas espontáneamente de ellos, son un indicio de que también hoy Jesús continúa atrayendo y que la propuesta cristiana, si encontramos los medios para ofrecerla convenientemente, puede ser no sólo acogida sino también potenciada por las nuevas generaciones.

Durante el fin de semana compartido, los lazos se fueron consolidando, y antes de dejarnos, me preguntaron si me podían añadir al grupo de WhatsApp que estaban creando. Estuve tentado de rechazar, porque más bien estoy desbordado por los mensajes que me llegan a través de la red y preferiría tener mis cajones informáticos menos ocupados, pero tuve el acierto de no hacerlo y acepté su invitación. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando pocos segundos más tarde me entraba la primera comunicación y leí el nombre que habían puesto al grupo: Cristians Cerdans!

Me había dado la impresión en algún momento de que estaban demasiado pendientes del smartphone, pero entonces me di cuenta de que precisamente gracias a una aplicación de su teléfono inteligente, casi una prolongación de sus capacidades sensitivas naturales, estaban haciendo públicamente su opción por Cristo.

Las nuevas tecnologías en sí mismas, sin una experiencia de proximidad física con alguien que contagia el calor de Dios, no llevan a abrirse a la dimensión religiosa; pero ciertamente, con los que están creciendo en un contexto simbiótico entre el mundo real y el mundo virtual, nos resultan imprescindibles para transmitir y nutrir la fe. Necesitamos proximidad real y virtual para comunicar con eficacia que Dios se nos ha hecho infinitamente cercano en la persona de Jesús y que en la Iglesia estamos magníficamente «conectados» con Él y entre nosotros.

Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, junio 2013

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