La solemne conmemoración del décimo aniversario del ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York y al Pentágono de Washington, en Estados Unidos y en diferentes ciudades del mundo, coincidiendo con nuestra Diada nacional, ha hecho inevitable en Cataluña, siguiendo las noticias y leyendo los artículos de opinión, reflexionar conjuntamente sobre aquel lejano 11 de septiembre vivido en Barcelona en el año 1714 y el mucho más cercano 11 de septiembre norteamericano, que en todas partes pudimos seguir en directo televisivo y que ha condicionado decisivamente la reciente historia mundial.
Ambas fechas nos hablan de un ataque frontal y directo al corazón de un pueblo, y ambas nos traen a la memoria a las víctimas y a los héroes de aquellos momentos. Ambas están empapadas del regusto amargo de destrucciones y muertes injustas, y ambas estimulan a los respectivos pueblos a tomar un nuevo impulso y a mirar esperanzados hacia el futuro.
La Vanguardia del 12 de septiembre lucía en medio de su portada un gran titular: «11-S: pasar página». Retomaba las palabras de Barack Obama de unos días antes, con las que anunciaba el final de las operaciones militares de Estados Unidos en Irak y dejaba claras las intenciones de su Administración de concentrarse en impulsar la recuperación económica y la creación de puestos de trabajo. Con el aniversario de este año y la definitiva remodelación de la zona cero de Nueva York, el período del duelo y de rabia, por lo tanto, se da por terminado.
Hay que aprender de la historia y es bueno recordar los grandes momentos que han marcado nuestro pasado para saber de dónde venimos y ser conscientes de hacia dónde queremos ir. Aún así, no es una buena señal tener que referirse demasiado a menudo a los acontecimientos dolorosos de la propia historia. Denota que aún hay un problema pendiente y que, hasta que no se le encuentre la solución, no se podrá realmente «pasar página».
Los pueblos libres celebran sus fiestas nacionales en fechas que recuerdan efemérides gloriosas de la propia historia: la caída de un régimen opresivo, la declaración de independencia, la constitución del propio Estado o el alcance de un objetivo remarcable. Son hechos positivos que han sido considerados un punto de inflexión importante en la configuración de la propia personalidad colectiva. Casi trescientos años después, continuar conmemorando una derrota militar es claramente una anomalía. Significa que no se ha podido «pasar página», porque hay algo esencial por resolver. No es justo ni es sano quedar indefinidamente anclados a un «once de septiembre»: es necesario poder mirar hacia delante.
La cordura y la ponderación nos caracterizan como pueblo. No buscamos el enfrentamiento sino el entendimiento. Y es precisamente a través de un diálogo paciente y constante que necesitamos hacer entender que, mientras continuemos celebrando el 11 de septiembre como Diada nacional, significará que aún no se han satisfecho las justas aspiraciones de autogobierno que tenemos como pueblo.
Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, septiembre 2011