Segunda reflexión: «Para Dios nada es imposible» (Lc 1,37)

Para Dios nada es imposible, pero le somos necesarios para poder hacerse presente y actuar en nuestro mundo. Necesita nuestro “sí”, libre y consciente, porque su proyecto de amor se realice plenamente en este tiempo y en este espacio donde nosotros existimos. No somos accesorios ornamentales de un destino que indefectiblemente va siguiendo su curso. Somos protagonistas y artífices de una historia personal que puede contribuir más o menos, mejor o peor, a la gran historia sagrada que la humanidad entera va escribiendo a lo largo de los siglos en diálogo con Dios.

Dios, a pesar de ser eterno e infinito, no está impasible e indiferente, fuera de nuestra historia, esperando el fin de los tiempos para ver entonces cómo nos han ido las cosas. Quiere iluminar nuestros caminos. Quiere sostenernos y orientar todo para bien, pero no puede hacerlo sin nuestra cooperación. Nos ha encomendado a nosotros el mundo, y lo que él desea y suscita para el bien de cada uno y de todos, no logra llevarlo a cabo sin nuestra colaboración explícita. Esta es nuestra grandeza: poder colaborar activamente con Dios para nuestro propio bien, el bien de los demás y del mundo entero.

María de Nazaret es, para todos, modelo y ejemplo de disponibilidad a la acción del Espíritu de Dios. Con María, somos invitados a dejarlo entrar en nuestra vida, para que la Palabra Eterna de Dios se encarne y se haga visible en nuestra pequeña historia. Como María, no sabemos de antemano qué quiere hacer Dios ni con qué medios lo realizará, pero sabemos que para él nada es imposible, siempre que nosotros colaboremos.

Cinto Busquet
Puigcerdá, diciembre de 2013

You may also like...