Mirada de niña

Vemos muchas cosas, pero miramos muchas menos. Vemos el mundo global en toda su complejidad con un cierto interés, pero no siempre miramos el mundo que tenemos junto a nosotros con el deseo de comprender y hacer nuestras las diferentes situaciones. Vemos de algún modo que hay personas que sufren y mueren, pero no siempre nos detenemos lo suficiente a mirarlas profundamente para dejarnos interpelar por su sufrimiento. Y así, creyendo que no mirando demasiado conseguiremos vivir más felizmente, nos vamos volviendo más superficiales y no maduramos.

Cuando leáis estas líneas, si no se produce antes un milagro, tal vez Cristina ya habrá sido llamada al Cielo. Los médicos le han dado pocos días de vida, a pesar de estar llena de la vitalidad y la luminosidad de las montañas de la Cerdanya con sus nueve añitos a punto de cumplir. Después de luchar dieciocho meses contra un cáncer muy agresivo, parece ser que no hay nada que hacer.

Joan Manuel y Laura, sus padres, me avisaron que el fin se acercaba y fui a verlos al Hospital de San Juan de Dios. Mucha serenidad, ningún tipo de dramatismo, aceptación realista y esperanzada, bien fundamentada en una fe sincera y valiente en Dios, que nos acompaña en todo momento y hace que todo al final contribuya al bien de los que aman y confían en Él.

Cristina se estaba preparando para la primera comunión en el próximo mes de mayo. Le hacía mucha ilusión. El pasado mes de septiembre ya le conferí la Unción de los enfermos en su casa, con naturalidad y a la vez sacralidad, en un momento intensamente vivido junto a sus padres y sus tres hermanitos. Esta vez traje conmigo, además del óleo de la unción, el Santísimo Sacramento. Llevaba ya dos días casi siempre dormida e inquieta, pero a la que le di un beso, abrió de par en par sus ojos. Una mirada cansada y triste, pero impactantemente serena y consciente.

«Cris, Jesús no quiere que sufras más y parece ser que te llevará muy pronto al Cielo, donde estarás finalmente siempre bien. Vamos a pedirle que, si todavía te quedan cosas por hacer aquí, haga un milagro; pero que si te lleva con Él, consuele a tus padres, hermanitos y a todos los que te quieren». «En el Cielo, estarás siempre con Jesús, pero ahora Él no te quiere dejar sola, y por eso te lo he traído. ¿Quieres hacer hoy la primera comunión?» No le quedaban fuerzas para hablar, pero con su cabecita asintió mirándome fijamente. Antes de comulgar, quiso recibir de nuevo también la Unción de los enfermos.

La mirada de Cristina me penetró muy adentro y me dio a entender que, a pesar de pensar y hablar como una niña, ella ya poseía como persona una madurez que muchos no llegan a conseguir incluso con una larga vida.

Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, febrero 2015

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