El sano realismo del Sínodo

El Sínodo de este año sobre la familia, más allá de las consideraciones y las reflexiones específicas sobre la institución familiar y las diversas problemáticas que están relacionadas con ella, ha enviado a la Iglesia entera un mensaje claro, tanto por su dinámica de trabajo como por sus contenidos. No es bueno que un cierto miedo a adulterar la propuesta cristiana nos haga ignorar la realidad concreta en la que el Evangelio es anunciado. Sólo a partir de la situación real de las personas y las sociedades, a menudo con numerosas heridas y contradicciones, se puede abrir camino gradualmente la verdad liberadora y al mismo tiempo exigente que comporta la visión cristiana de la persona humana y de su historia.

Sin duda, la Iglesia tiene que continuar promoviendo el compromiso de fidelidad para siempre entre un hombre y una mujer que se aman y deciden compartir su proyecto de vida, abriéndose a posibles nuevas vidas que Dios les pueda encomendar, pero al mismo tiempo no puede olvidar nunca que toda persona es amada y acompañada por Dios desde la propia situación existencial, sea cual sea, y así tiene que hacer en todo momento también la Iglesia. Comprensión y paciencia, escucha atenta y acogida de todos, liberación de pasados que oprimen y proyección hacia futuros más esperanzadores: éstas son las coordenadas cristianas a partir de las cuales se pueden proponer los grandes ideales evangélicos a las personas y a los diferentes colectivos.

El Sínodo ha querido escuchar la voz del mundo, y éste es un primer paso necesario para que el mundo escuche con mejor agrado la voz de la Iglesia. Como indica la relación final del Sínodo, es necesario que la Iglesia «no se detenga en un anuncio meramente teórico y desligado de los problemas reales de las personas» y que encuentre un lenguaje significativo que responda «a las expectativas más profundas de la persona humana». Escuchar la humanidad de hoy, en la pluralidad de sus sensibilidades y exigencias, no quiere decir renunciar a la originalidad del anuncio cristiano, sino hacer posible que éste pueda incidir mejor en la vida de las personas e iluminar su camino.

El Sínodo ha hablado de manera polifónica, porque también la Iglesia es plural y variada, como lo es el mundo. No ha intentado homogeneizar criterios ni silenciar visiones discordantes, sino profundizar y actualizar el mensaje cristiano, desde un esfuerzo compartido por asumir la complejidad de la realidad. Desde esta aceptación serena de las diferentes situaciones, fieles a Cristo que acoge sin excepción, haremos más posible que «su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta», como se lee en la declaración final de los padres sinodales.

Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, octubre 2014

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