El 7 de octubre de 1990, en Sassello, un pueblecito de los Apeninos ligures, moría pocos días antes de cumplir diecinueve años Chiara Luce Badano. Una chica «normal» como todas las de su edad, que casi nadie recordaría ahora si no fuera que supo vivir de forma «extraordinaria», tanto las cosas sencillas del día como la dolorosa enfermedad que la llevó a la muerte en menos de dos años.
El pasado 25 de septiembre la Iglesia la ha propuesto como modelo de vida cristiana, declarándola «beata» durante una ceremonia que atrajo a Roma a miles de jóvenes de todo el mundo. Hacia el final de sus días, decía: «Los jóvenes son el futuro. Yo ya no puedo correr más, pero me gustaría pasarles la antorcha como se hace en los Juegos Olímpicos. Los jóvenes tenemos una sola vida y vale la pena gastarla bien».
A medida que su cuerpo se debilitaba, su mirada se volvía más y más luminosa, y su presencia transmitía esperanza y hablaba de vida. En una carta a una amiga, transcribe unos versos del poeta turco Nazim Hikmet (1901-1961), que adquieren una profundidad muy significativa citados por una joven en punto de muerte: «El más bello de nuestros mares es el que no hemos navegado. El más bello de nuestros hijos es el que todavía no ha crecido. El más bello de nuestros días todavía no lo hemos vivido. Y lo más bonito que me gustaría decirte todavía no te lo he dicho».
Chiara Luce es un ejemplo para jóvenes y menos jóvenes porque realizó plenamente en su vida lo que Dios había pensado para ella. John Henry Newman (1801-1890), beatificado seis días antes que ella, ha dejado escrito: «Dios me ha creado para una misión concreta. Me ha confiado una labor que no ha encomendado a nadie más.» Los santos nos invitan a vivir nuestra vida como una respuesta ilusionada y generosa a Dios, que nos llama personalmente a cada uno de nosotros a dar lo mejor de nosotros mismos.
Dos días antes de la beatificación del cardenal Newman, Benedicto XVI se dirigió a cuatro mil estudiantes de las escuelas católicas de Gran Bretaña con estas palabras: «Lo que Dios desea de cada uno de vosotros es que seáis santos. Él os ama mucho más de lo que nunca os podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad».
Necesitamos el coraje de creer que, con la ayuda de Dios y de los demás, también cada uno de nosotros puede llegar muy lejos. Como ha dicho recientemente Pep Guardiola, entrenador del Barça: «La superación está en el ser humano. (…) Cuando el reto te llama, tú tiras». El gran reto para cada cristiano, en el fondo, es uno solo: creer que si Jesús nos pide ser perfectos como el Padre del cielo es perfecto, es porque podemos serlo, ya que Dios lo quiere. Y Jesús, como buen entrenador, no nos pide lo imposible.
Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, septiembre 2010