El diálogo como antídoto

Tuvo lugar en el Palacio de Cristal de las Naciones Unidas de Nueva York, el 21 y 22 de abril, una sesión interreligiosa con representantes cualificados de las principales religiones que debatieron sobre el tema Promover la tolerancia y la reconciliación y reflexionaron juntos sobre el papel de las religiones en el mundo de hoy.

El secretario general, Ban Ki-moon, en el discurso de apertura de los trabajos, propuso la constitución de un comité consultivo con representantes de las religiones, que pueda ayudar a las Naciones Unidas a hallar vías de solución a los diferentes conflictos. A continuación, quince personalidades religiosas que se han distinguido por su trabajo por la paz y por la cooperación interreligiosa, subrayaron en sus intervenciones que el auténtico espíritu religioso no fomenta nunca enfrentamientos sectarios y que «la violencia será derrotada por la paz», como dijo el cardenal McCarrick, arzobispo emérito de Washington, recordando al mismo tiempo la persecución contra los cristianos y otras minorías en varios lugares del mundo.

Desgraciadamente, como indicó el rabino David Rosen, las religiones son a veces «más parte del problema que de la solución», y por eso es necesario que desde la esfera religiosa se eduque, tal y como subrayó otro orador judío, no solo la tolerancia sino la aceptación y la comprensión recíprocas. En este sentido, todas las intervenciones rechazaron cualquier instrumentalización de la religión que lleve a justificar la violencia y a acrecentar las tensione

Maria Voce, presidenta de los Focolares, dio testimonio de que, también en contextos muy complejos y difíciles, es posible que el encuentro entre culturas y religiones distintas se convierta en «una experiencia continua y fecunda, que no se limita a la tolerancia o al simple reconocimiento de la diversidad», y cree «una especie de nueva identidad, más amplia, común y compartida». Para contrarrestar los fanatismos extremistas, propuso un «extremismo del diálogo», arriesgado y exigente, que promueva una «civilización de la alianza» que lleve a los pueblos a considerarse parte activa de un camino compartido, e invitó a la propia ONU a replantearse la propia misión para ser más eficazmente «una institución que trabaje para la unidad de las naciones, en el respeto de sus riquísimas identidades».

En este ágora internacional de gran armonía interreligiosa, fue un musulmán quien citó la bienaventuranza de Jesús: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). Sin duda, Dios reconoce como hijos a todos los que construyen la paz, y rechaza a todos los que utilizando sacrílegamente su nombre alimentan odios y violencias.

Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, mayo 2015

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