Coincidiendo con el inicio del ministerio del papa Francisco, se celebró los días 14-15 de marzo, en la Universidad La Sapienza de Roma y en el Centro Mariápolis de Castel Gandolfo, un congreso internacional sobre la figura y el carisma de Chiara Lubich (1920-2008), fundadora del Movimiento de los Focolares, con motivo del quinto aniversario de su fallecimiento. Se reunieron unos seiscientos participantes, especializados en varios campos de la cultura y procedentes de numerosos países, y las ponencias destacaron que su espiritualidad de comunión y de fraternidad universal, manteniéndose genuinamente cristiana y católica, ha logrado ir más allá del ámbito estrictamente eclesial para inspirar y estimular, desde los parámetros evangélicos, el pensamiento y la acción de muchas personas de convicciones religiosas muy distintas.
En el umbral del nuevo milenio y con ochenta años, después de una vida entera dedicada a llevar la unidad dentro y fuera de la Iglesia, Chiara Lubich escribía: «Sueño, para nuestra Iglesia, un clima más conforme a su ser Esposa de Cristo; una Iglesia que se muestre al mundo más bella, más santa, más carismática, más según el modelo de María, es decir, mariana, más dinámica, más familiar, más íntima, más configurada a Cristo su Esposo. La sueño faro de la humanidad. Y sueño que posea una santidad de pueblo, hasta ahora jamás vista. Sueño que la aparición que se ha producido en la conciencia de millones de persones de una fraternidad vivida, que se va extendiendo por todas partes, se convierta en una realidad general, universal…».
El papa Francisco, desde el primer momento de su ministerio, a través de signos concretos y sus palabras, ha logrado rápidamente ganarse el corazón de millones de personas con su sencillez y su proximidad. Ha comprendido su misión de «pontífice» en el sentido etimológico de construir puentes, con Dios y entre los hombres, y ha invitado a todos a construir puentes, hallando en los demás «no a un enemigo, no a un competidor, sino a un hermano para acoger y abrazar», tal y como ha dicho al Cuerpo Diplomático.
La Iglesia como institución ciertamente tiene necesidad de ser purificada y de ponerse al día en algunos aspectos; sin embargo, no hay duda de que su misión como «signo e instrumento de unidad», en el complejo contexto socioeconómico y político del mundo de hoy, es muy actual y alentadora. La fraternidad universal es el gran paradigma cristiano que surge de la fe en Dios como Padre de todos; y los cristianos tenemos el deber, cada uno a su nivel, de vivirla y difundirla concretamente dentro y más allá de las fronteras visibles de la Iglesia.
Cinto Busquet
Puigcerdà, marzo 2013