El 12 de mayo se celebró en 144 ciudades europeas una manifestación organizada por 300 movimientos y comunidades de varias confesiones cristianas con el lema «Juntos por Europa», con el objetivo de despertar y renovar las raíces cristianas del continente. A media tarde, una conexión televisiva por internet y satélite permitió seguir desde los diferentes lugares el acto central que tuvo lugar en Bruselas.
«Hemos experimentado que nuestra diversidad no es un motivo de división, sino que representa una multiplicidad de dones y un recurso. Juntos hemos visto que la unidad es posible, una unidad que no anula las identidades sino que las refuerza », proclamaba el Manifiesto leído en la clausura de la jornada. Ante la crisis, no sólo económica sino también de valores, sentida en toda Europa, los promotores de esta iniciativa consideran que la respuesta no radica en acentuar antagonismos o en encerrarse en sí mismos, sino en afrontar juntos los retos, porque «un futuro de paz, de prosperidad y de justicia se obtiene sólo juntos, en el intercambio y en la colaboración». Desde la fe cristiana y del compromiso evangélico con el mundo, pues, se ha querido promover un espíritu solidario y fraterno entre los ciudadanos y los pueblos de Europa, y desde una Europa más unida, con todo el resto del mundo.
In varietate concordia, «unidos en la diversidad», proclama el lema de la Unión Europea. La verdadera raíz de la crisis global se encuentra probablemente en el deterioro de las relaciones entre personas y colectivos en varios niveles, y es por eso que, para salir adelante, hay que intensificar y sanear relaciones entre personas, grupos sociales y naciones, para que el proyecto europeo consiga expresarse con creatividad como un proyecto de futuro que contribuya a un modelo económico y político mundial más justo y solidario.
La economía de mercado se consolidó en Europa también gracias a la contribución del cristianismo. Ahora este modelo económico muestra sus insuficiencias porque la especulación financiera ha predominado sobre los intereses de la economía real, y las grandes ganancias de unos pocos han puesto en peligro el bienestar de muchos. Se necesita un nuevo paradigma económico en el que se combinen mejor iniciativa individual y bien común, derechos individuales o colectivos y deberes de todos hacia la familia humana en su conjunto. Los cristianos, desde nuestra fe y desde la experiencia de comunión que Cristo nos invita a difundir a nuestro alrededor, podemos tener mucho que decir.
Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, mayo 2012