Raniero Cantalamessa, hombre de espíritu y gran predicador, en su intervención ante el Papa y la curia romana dos días antes de Navidad, describió sagazmente la situación de la Iglesia en Europa diciendo que la parábola evangélica de la oveja perdida (Lc 15,3-7) se tendría que explicar en el contexto actual más bien con las proporciones invertidas: noventa y nueve ovejas se han alejado del pastor y sólo una se ha quedado cerca. El peligro, pues, está en quedarse todo el tiempo alimentando desmesuradamente la única que se tiene al alcance y no salir a buscar las que se han descarriado.
Jesús instruyó a los discípulos para que tuviesen, hacia las personas encomendadas, un corazón de buenos pastores y, hacia todo el mundo, el coraje y la audacia de los pescadores intrépidos. La acción de los ministros ordenados en ámbito eclesial es un servicio esencial e insustituible, pero no hay que olvidar que todos los cristianos somos continuamente enviados por el Señor en misión por los caminos de este mundo, como anunciadores de su presencia real y eficaz entre nosotros.
San Gregorio Magno, comentando el pasaje del Evangelio según san Lucas que narra el envío de 72 discípulos por parte de Jesús «a todas las ciudades y lugares por donde él tenía que pasar» (Lc 10,1), escribe que los envió de dos en dos «porque hacen falta al menos dos para que haya amor» y es precisamente el amor lo que distingue a los seguidores de Cristo. Porque la tarea de los cristianos no es sólo ni fundamentalmente llevar una doctrina, enseñada por Cristo o sobre su persona, sino sobre todo ser «precursores» y «portadores» de su presencia. Y esto se nos hace posible cuando estamos unidos en su nombre (cf Mt 18,20), es decir, cuando vivimos visiblemente en relación recíproca de amor (cf Jn 13,35).
En nuestra Europa descristianizada, no acabamos de saber cómo hacerlo, con los jóvenes y con los menos jóvenes, para animarlos a interesarse en la experiencia comunitaria de Dios que la Iglesia propone. Necesitamos —como decía Benedicto XVI a sus colaboradores el pasado 22 de diciembre— encontrar «una manera nueva y rejuvenecida de ser cristianos» para superar la crisis generalizada de la fe cristiana en nuestro continente. Quizás la clave para descubrirla radica precisamente en dejarnos enviar «de dos en dos» por Jesús, porque sólo en comunión con los demás podemos realmente «representar» a Cristo, hacerlo nuevamente presente entre los hombres y las mujeres de hoy.
Y si el Señor Resucitado se hace presente y viaja con nosotros, será Él mismo quien nos indicará donde tenemos que calar las redes a fin de que la pesca sea abundante. Y los que suban a la barca de la Iglesia, se encontrarán acompañados de muchos hermanos bajo la guía de Cristo, Buen Pastor para todos.
Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, enero 2012