Una lección navideña desde Togo

Un año más Navidad nos habla de Dios que ha venido a vivir entre nosotros porque ha querido compartir nuestra condición humana. Toda la vida y la enseñanza de Jesús nos invitan a «hacernos prójimo» de quien nos encontramos por el camino y nos empujan a ir al encuentro de quien descubrimos en necesidad. Todos estamos llamados a salir del propio «pequeño mundo» para interesarnos en los demás, y no son pocos los cristianos que lo han dejado todo atrás para hacer suyas tierras lejanas y amar de corazón a gente de otros pueblos.

Mn. Joan Soler, misionero natural de Olot desde hace dos años en Togo, ha escrito recientemente en su blog: «Cada vez me doy más cuenta de que no dejo de ser un extranjero, una persona que no termina de poderse encarnar en este pueblo con quien camina, una buena persona europea que les ayuda a ir adelante, un sacerdote que les ama y que les habla de Dios, de un Dios que también les ama y que nunca les abandona, pero… no llego a ser uno de ellos. ¿Por qué? Pues muy sencillo, porque no puedo despojarme de todas las comodidades que me rodean, no acabo de vivir sus necesidades, lo tengo todo a mi alcance en una sociedad donde la mayoría no tienen nada a su alcance (…). Tanta gente con quien comparto el lugar, el espacio, la palabra, pero… con quien no acabo de compartir la vida. Y no sé cómo puedo hacerlo. Y me siento atrapado. Y me pongo a rezar. Y pido entenderlo. Pero no lo entiendo. Y vuelve a resonar con fuerza una y otra vez la misma frase del evangelio: “Ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Después ven y sígueme.” Pero ¿qué quiere decir darlo todo? ¿Qué quiere decir? Si me pongo a vivir como ellos, en cuatro días caeré enfermo y tendré que regresar. Si renuncio a mis bienestares, ¿en qué les ayudará a ellos? Lo ideal no es que yo viva como ellos, sino que ellos puedan vivir como yo. Sin embargo… Señor, ¿cómo? Y sé que mientras, en algún rincón cerca de casa, algún pequeño llora porque no habrá encontrado nada para comer. Y algún adolescente se enfada porque tampoco entiende nada. Y alguna madre, con el niño en brazos se pregunta si mañana estará vivo».

Las palabras del amigo Joan me han conmovido íntimamente. Todos los que le conocemos ya sabemos que no es de los que se guardan: es del tipo de los que aman y se hacen querer sin medida. No se trata, pues, de que tenga que hacer más o hacer otra cosa. Quizás de lo que se trata para todos nosotros, es de ir entrando más y más en la lógica de Navidad, en el dinamismo de la Encarnación: Dios como hombre no rehúye el límite y no pretende arreglarlo todo de golpe ni de hacerlo todo Él directamente.

Cada uno de nosotros no puede hacerlo ni puede llegar a todos, pero si hace bien y generosamente lo que le toca hacer, si se hace «todo a todos» sin angustias ni prisas, entonces el Espíritu puede actuar con fuerza a través de cada uno, más allá del ámbito visible de influencia directa de los propios actos. Sólo si aceptamos amorosamente nuestro límite, lo vencemos y lo superamos.

Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, diciembre 2010

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