Una Iglesia comprometida con su pueblo

Aprovechando su paso por Barcelona recientemente, hablamos sobre la situación de la Iglesia en Latinoamérica con Moisés Pérez, sacerdote nicaragüense, vicerrector del Centro Bíblico Teológico Pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), organismo de comunión eclesial al servicio de las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe, con sede en Bogotá.

En este momento, ¿cuál es el mayor reto de la Iglesia en América Latina?

Pienso que el principal desafío para la Iglesia en el contexto latinoamericano consista en seguir haciendo creíble el anuncio del Evangelio en una sociedad con un secularismo creciente y, por otra parte, con muchas injusticias sociales. Aunque el nuestro es un continente rico en recursos, tiene aún que encontrar una respuesta suficiente a las grandes desigualdades económicas que existen y afrontar eficazmente problemas acuciantes de pobreza. El fenómeno extendido de la violencia es otro factor que nos preocupa. Consciente de esta situación, la Iglesia está llamada a anunciar a nuestros pueblos que también hoy en Jesucristo encontraremos esa plenitud de vida a la que todos anhelamos.

¿Es el Evangelio para los pobres hoy en Latinoamérica realmente una buena noticia?

Cierto que sí. A mí me llama mucho la atención –y sobre eso se ha reflexionado mucho en el CELAM– la fuerza que tiene la piedad popular. Durante algún tiempo, la piedad popular fue vista quizás no con recelo, pero sí por lo menos con un cierto aire de desconfianza. Se identificaba con supersticiones o se la acusaba de diluir el sentido genuino de la fe cristiana. Ahora, sin embargo, hemos descubierto que la piedad popular, sobre todo cuando está arraigada en los sectores más sencillos, es realmente un punto de encuentro con ese Dios misericordioso que anima, acoge y acompaña a su pueblo.

¿A veces, ciertas devociones marianas excesivas no pueden alejar de una auténtica experiencia de Dios centrada en la persona de Jesucristo?

La verdad es que América Latina es un continente mariano. Es curioso que todos los países latinoamericanos veneran a la Madre de Dios bajo algún tipo de advocación particular, y sin embargo esa fe de timbre mariano lleva siempre más bien a un encuentro personal con Jesús. El cristiano latinoamericano tiene muy claro que la Virgen María es un camino seguro para ir a Jesús. De hecho, las naciones con más tradición mariana son las que manifiestan una mayor sintonía con el Evangelio y con la Iglesia. Es por eso que vemos el arraigo de la tradición mariana en nuestros pueblos como una enorme riqueza y un verdadero potencial espiritual.

¿Cuál sería la definición de la Iglesia que más se adecúa a la sensibilidad latinoamericana?

La imagen de la Iglesia como Pueblo de Dios, tal como subrayó el Concilio Vaticano II, creo que es la que más nos convence. Francisco, un obispo de nuestras tierras, un Papa nacido y gestado en América Latina –como decimos nosotros–, destaca mucho este tema de la teología del pueblo, que es una corriente teológica que se formó en Argentina pero que se extendió por toda Latinoamérica. Nutre el gusto espiritual de sentir-se pueblo, de sentirse que somos una grey en torno a nuestros pastores en camino hacia la casa del Padre.

¿Os sentís orgullosos de tener un Papa latinoamericano?

Cuando al final del cónclave el cardenal camarlengo anunció que el nuevo Papa era el cardenal Bergoglio, recuerdo que estaba siguiendo por televisión con unos amigos y que inmediatamente todo el mundo brincó de alegría. Lo sentimos cercano, lo sentimos nuestro. Quizás en otras regiones de la Iglesia causó un cierto estupor, una cierta sorpresa, el estilo digamos más pastoral, menos complicado, más espontáneo del Papa Francisco, pero para nosotros es algo muy normal, porque nuestros obispos se mantienen en esta misma línea. Ver a uno de los nuestros al frente del ministerio petrino ha sido y es realmente un orgullo, pero también un enorme desafío para nuestras Iglesias porque nos compromete a una fidelidad mayor al Evangelio.

Tu estancia en Cataluña en ocasión del IV Congreso Litúrgico de Montserrat ha sido breve, pero es la segunda vez que nos visitas. ¿Alguna impresión sobre estos días?

He podido intuir el gran patrimonio espiritual y cultural de la Iglesia catalana, con una fe profundamente enraizada. Es una Iglesia que obviamente, por las circunstancias históricas y sociales que han influido sobre Europa entera, aparece debilitada, pero que posee sin duda una riqueza hermosísima que vale la pena custodiar y compartir. Creo que las evidentes dificultades son desafíos que suscitan nuevos planteamientos y nuevos soplos del Espíritu. He conocido aquí gente maravillosa y estoy convencido de que tenemos mucho que ofrecernos recíprocamente.

Cinto Busquet
Mayo 2015

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