Tercera reflexión: «Tened paciencia, hermanos hasta que venga el Señor» (Jm 5,7)

En nuestra sociedad tecnológica y altamente informatizada, nos hemos acostumbrado a tener al alcance en cualquier momento, sin casi tiempo de espera, informaciones y servicios de todo tipo. Es indudablemente positivo que muchas de nuestras actividades cotidianas se hayan visto agilizadas y la rentabilidad de nuestro trabajo se haya incrementado enormemente gracias a las nuevas tecnologías. Sin embargo, la rapidez y la inmediatez que caracterizan el estilo de vida de muchos de nosotros, son poco saludables cuando nos hacen incapaces de vivir sin correr y de llevar adelante grandes proyectos sin ver resultados inmediatos.

La vida natural tiene sus ritmos, y también la vida espiritual tiene los suyos. La pereza y la desidia no son buenas compañeras de viaje para avanzar con provecho en los caminos de la vida, pero tampoco lo son las prisas. Lo que se puede y se debe hacer a pleno día, a menudo no es prudente ni conveniente hacerlo a medianoche. Lo que es bueno que llevemos a cabo cuando disponemos de los medios necesarios y las condiciones son propicias, nos puede hacer daño si pretendemos realizarlo antes del momento adecuado.

Desde su eternidad, Dios ha venido a nuestro encuentro plenamente en la persona de Jesús, pero esta venida suya se va manifestando y concretando, de forma variada y progresiva, en la historia personal de cada uno de nosotros. Él está con nosotros siempre, pero no de la misma manera. Cuando, a pesar de estar allí, parece que se esconda, hay que saber esperar pacientemente, hasta que Él nos muestre cómo y hacia dónde debemos proseguir nuestro camino.

Cinto Busquet
Puigcerdá, diciembre de 2013

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