¿Tenemos un problema?

Cuando en las familias o en las comunidades religiosas no se puede hablar de todo, es signo de que la confianza no es plena o que algo chirría en las relaciones. Cuando en vez de un sincero interés por los sentimientos y las vivencias del otro, normalmente predomina un tira y afloja de razones y reproches, o todavía peor un silencio aterrador, no hay duda de que hay que empezar a poner remedio, antes de que todo degenere rápidamente y no haya nada más que hacer. Cuando en la Iglesia hemos de evitar ciertos temas para no herir sensibilidades y hemos de callar sobre cuestiones éticas que nos parecen importantes afrontar como comunidad eclesial, significa que tenemos un serio problema, no solo en la sociedad sino dentro mismo de la Iglesia.
Hace pocas semanas 300 clérigos catalanes firmábamos una carta abierta dirigida a los obispos, sacerdotes y diáconos de España, con tono humilde y autocrítico, expresando viva preocupación por el deterioro de la comunicación entre los que se identifican con el relato nacional español (con Cataluña dentro, sin ningún tipo de concesión) y los que siguen apostando decididamente por el proceso de emancipación soberanista catalán. Pedíamos diálogo, respeto y justicia para todos, yendo a las raíces de la problemática y superando emotividades viscerales. Lo sentíamos y lo sentimos un deber de conciencia, como cristianos y como ciudadanos. Ante este ruego y esta mano abierta, un silencio prácticamente total. Y esto no es bueno ni sano, ya que más bien indica que también las relaciones entre cristianos, que deberían ser fraternales y amigables, tristemente se han vuelto mundanas, en el peor sentido de la palabra.
Hace unos meses, cuando estaba por tirar la toalla y dejar por imposible la tarea de favorecer un entendimiento mejor entre todos, conocí a la esposa de uno de los políticos soberanistas encarcelados. Me impactó mucho cuando me dijo: «Como cristianos debemos hacer más. No podemos resignarnos a tomar caminos cada vez más divergentes. Sin acusarnos, debemos escucharnos y, si es necesario, perdonarnos.» Me convertí y sigo creyendo que esta es más que nunca nuestra misión.

Cinto Busquet


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