Libres e iguales

Hace pocos días, en el acto de apertura del año judicial, el presidente del Tribunal Supremo español, Carlos Lesmes, se refirió a «las amenazas constantes que pretenden despreciar nuestros derechos como ciudadanos libres e iguales y comprometer nuestra convivencia». ¡Ha dado en el clavo! Coincido plenamente con este diagnóstico. Porque en la encrucijada en la que está la relación entre las instituciones catalanas y las españolas, hay que tomar conciencia precisamente de esto, que se trata de respetar la libertad y la igualdad de todos, tanto de los unionistas como de los independentistas, y que, en la situación actual, no se puede imponer la continuidad de Cataluña dentro de España, si esto no está avalado por la mayoría de los ciudadanos de Cataluña. Y que no nos vengan con que el 52% está por el statu quo, porque en las elecciones plebiscitarias de septiembre de 2015 un 48% de la ciudadanía votó la propuesta independentista y solo un 39% votó a los partidos unionistas.

Un año más hemos celebrado la Diada con un carácter multitudinario e inclusivo, ilusionado y pacífico. Yo he participado en la manifestación de Salt, que tenía como tema la solidaridad y la diversidad. Salt ha conocido en los últimos decenios una fuerte oleada inmigratoria y sus calles son una muestra viviente del espíritu de acogida y del esfuerzo de integración de razas y culturas diversas que caracteriza a nuestro talante. Gracias a la inmersión lingüística en la escuela y al espíritu tolerante catalán, las nuevas generaciones de recién llegados pueden ser plenamente catalanes sin perder las propias raíces.
Y tiene razón el juez Lesmes cuando dice que no debe permitirse que nadie comprometa nuestra convivencia. El proceso hacia la independencia de nuestro país no ha fomentado tendencias xenófobas ni la hostilidad hacia los españoles o hacia España. Se esfuerza por hacer respetar la igualdad y la libertad de todos. Y así como en la Cataluña independiente se podrá ser español sin ser catalán, o quizás incluso ser catalán y español al mismo tiempo, lo que es muy cierto es que los catalanes que nunca nos hemos sentido españoles, dentro de España no podemos ser catalanes sin ser obligados a ser también españoles. Como cristiano, he llegado a la conclusión de que defender la soberanía política de mi pueblo no es solo un derecho que mi fe simplemente admite, sino que es una opción que me exige mi compromiso evangélico por la justicia y la fraternidad verdadera, que solo es posible entre personas y pueblos realmente libres e iguales.

Cinto Busquet
Girona, septiembre 2016

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