El pasado 3 de noviembre, el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, dio la razón a Soile Lautsi, una ciudadana italiana de origen finlandés que considera contraria al principio de la laicidad del Estado la presencia del crucifijo en las aulas de las escuelas públicas italianas. Durante el curso 2001-2002, pidió a la escuela del municipio de Abano Terme (Padua), donde estudiaban sus dos hijos, que retiraran los crucifijos y, de acuerdo con la normativa vigente italiana, su petición fue rechazada. Recurrió a los tribunales italianos sin éxito, ya que dictaminaron que el crucifijo es un símbolo de la historia y de la cultura italianas, y por lo tanto de identidad del país, además de ser símbolo de los principios de igualdad, libertad y tolerancia. No se dio por vencida y presentó recurso en la corte judicial europea, la cual ha establecido que las disposiciones ministeriales italianas sobre el uso de la cruz en las escuelas no respetan la libertad religiosa. El gobierno italiano anunció enseguida que presentaría recurso y la opinión pública se ha expresado mayoritariamente en contra de la sentencia, tildándola de ideológica y tendenciosa.
Políticos, hombres de Iglesia, intelectuales, cronistas: todo el mundo ha opinado. Casi todos de acuerdo en que el cristianismo y sus signos constituyen parte irrenunciable del sustrato cultural colectivo, más allá de las convicciones religiosas o no religiosas de cada uno. El crucifijo, pues, no se descuelga de las escuelas, y por reacción se empieza a colgar en lugares públicos donde no estaba. Se quede o se retire, ojalá que toda esta agitación sirva sobre todo para pensar en el contenido profundo que la cruz quiere comunicar a los hombres y mujeres de todas las culturas y de cualquier creencia: la potencia del amor desarmado de Dios que en Jesús de Nazaret se nos da.
La cruz de Cristo ha transformado radicalmente la cruz de Roma: no sirve para imponer ni oponer nada sino que se ofrece como medio para unir lo diverso y superar enfrentamientos. Vivir según la lógica de la Cruz: éste es nuestro reto en Europa y en todas partes.
Cinto Busquet
Roma, noviembre 2009
