Hermano Francisco

En pocos días, el Papa Francisco no sólo no ha dejado de sorprendernos muy gratamente en todas sus apariciones públicas, sino que además ha despertado un movimiento generalizado de simpatía y de gran expectación, también en amplios sectores normalmente críticos o asépticos hacia la Iglesia católica. En su primera intervención en la plaza de San Pedro, apenas elegido, subrayó que junto con la Iglesia de Roma empezaba “un camino de fraternidad, de amor, de confianza” y pidió de rezar “por todo el mundo, para que se realice esta gran fraternidad”.

A través de signos y gestos aparentemente pequeños pero muy significativos, el nuevo Papa ha comunicado con eficacia su sencillez evangélica, y ha logrado hacerse escuchar con interés por muchos, inspirando un sentimiento de cercanía por su espontaneidad e inmediatez. Evitando pomposidades y formalismos, ha hablado y actuado con el corazón, y por eso se ha ganado los corazones con rapidez. Con su renuncia, Benedicto XVI coronó su gran pontificado bajo el signo de la humildad y humanizó muy positivamente la figura del sucesor de Pedro; el Papa Francisco, implorando al pueblo de Roma que rezara para que el Señor bendijera a su nuevo Obispo, inició el suyo bajo el mismo signo. Continuidad en las actitudes de fondo, pues, y evolución en las formas en que una misma fe se expresa.

En nuestro contexto actual, en que no pocas veces se presenta a la jerarquía eclesiástica como lejana e insensible a las problemáticas de la mayoría de la gente, fue muy estimulante y reconfortante para todos, durante su primer Ángelus, sentir tan próximo al Papa, hablándonos como un hermano mayor que con pasión nos invitaba a dejarnos abrazar y perdonar por Dios, Padre misericordioso que no se cansa nunca de nosotros. Sin duda, este es el camino para recuperar la Iglesia su credibilidad y para poder suscitar la inquietud religiosa en las personas de nuestro tiempo: hacernos realmente hermanos de todos. Sólo con una fraternidad sincera, que sea tangible y visible, el anuncio de la paternidad universal de Dios será una buena noticia también hoy para muchos.

Cinto Busquet
Puigcerdà, marzo 2013

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