El ejemplo de los cristianos coreanos

«Anunciar Jesucristo en Asia hoy», éste es el tema del congreso de los laicos católicos asiáticos que se celebra en Seúl del 31 de agosto al 5 de septiembre, organizado por el Pontificio Consejo de los Laicos en colaboración con la Iglesia coreana. Más de doscientos delegados de veinte países se reúnen para reflexionar sobre nuevas vías de presencia y testimonio cristiano en las sociedades asiáticas por parte de los laicos. Conscientes de los retos de la sociedad globalizada y de la importancia emergente del continente a escala mundial, los participantes se cuestionan, a la luz del magisterio actual de la Iglesia, sobre el papel específico de los seglares en el anuncio del Cristo y de su Evangelio en contextos culturales y religiosos de una gran riqueza y variedad, sometidos al mismo tiempo a un proceso muy rápido de transformación.

No es una casualidad que un congreso de este tipo y con esta finalidad se celebre en Corea. La Iglesia coreana es una Iglesia con una historia singular. En el año 1784 el coreano Sung-hun Yi conoció el cristianismo en China durante una estancia en ese país y fue bautizado con el nombre de Pedro. Regresó a su país con varios textos cristianos e inició, como laico, una intensa actividad misionera, bautizando él mismo a numerosos compatriotas. Así inició la Iglesia católica en Corea. Sólo cincuenta años después, con la llegada de misioneros de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París en el año 1836, la comunidad católica tuvo a su servicio por primera vez a algunos sacerdotes.

A lo largo del siglo XIX, la Iglesia conoció una persecución feroz por parte del gobierno, y miles de mártires testimoniaron la fe con su sangre, 103 de los cuales fueron canonizados por Juan Pablo II en 1984. Entre ellos, san Andrés Dae-gun Kim, el primer sacerdote coreano, martirizado en 1846.

En las últimas décadas, la Iglesia ha crecido de manera casi exponencial, en parte gracias también a la acción decidida de los cristianos en el proceso de democratización del país y al compromiso del cardenal Sou-Hwan Kim y de otros obispos coreanos hacia su pueblo durante la dictadura militar. Los más de cinco millones de católicos coreanos representan actualmente un 10% de la población de Corea del Sur. En Corea del Norte, como es conocido, el gobierno comunista ateo reprime toda expresión religiosa y los 3.000 católicos que quedan (de los 55.000 que había en el año 1945) viven en la clandestinidad.

El mensaje que nos viene de una Iglesia joven y con ímpetu apostólico como es la Iglesia coreana, para nosotros que vivimos en Iglesias con una larga historia pero con un presente fatigoso y un futuro incierto, es un fuerte mensaje de esperanza que nos invita a un testimonio valiente y comprometido, también por parte de los laicos. Me atrevería a decir: sobre todo por parte de los laicos. Es el hecho de ser cristianos lo que nos califica como portadores del Evangelio de Jesucristo ad extra. Los ministerios eclesiales son muy importantes, pero nacen ad intra de la Iglesia. Hacia fuera todos somos misioneros, todos representamos a la Iglesia y debemos comunicar al Cristo con quien estamos íntimamente unidos.

Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, agosto 2010

You may also like...