Criterios de discernimiento

Desde Nicaragua o Venezuela a Filipinas o Pakistán, incluyendo a nuestra mobilizada Cataluña o al diplomático Vaticano, cuando miembros significativos de la comunidad cristiana se pronuncian acerca de cuestiones sociales alejándose del relato oficial de los estamentos establecidos del poder político o económico, siempre surgen voces que acusan a la Iglesia de interferir en cuestiones temporales, cuando su tarea debería ser estrictamente de cariz espiritual.
La necesaria y justa neutralidad institucional de la Iglesia respecto a los diversos posicionamientos políticos legítimos, no debe comportar una praxis sistemática de callar públicamente sobre los temas candentes que dividen una determinada sociedad. El silencio otorga, como se dice popularmente, y no denunciar una injusticia es un modo de bendecirla implícitamente.
No se puede callar cuando una de las partes, con más recursos y medios, utiliza la violencia y la mentira para asegurar los privilegios de un sector o la impunidad de un régimen político.
No se puede hacer como si nada, cuando quien controla los mecanismos del Estado promueve asesinatos, encierra adversarios en la prisión o les obliga a exiliarse para salvar su propia integridad o preservar su libertad.
No se puede esconder la cabeza bajo el ala, cuando una gran parte de la sociedad se ve menospreciada en sus derechos fundamentales, en nombre de unas leyes hechas a medida para justificar una acción represiva, desproporcionada y vengativa.
El Reino de Dios que anunciamos lleva la paz y la reconciliación, que se consiguen a través del reconocimiento de los errores y del perdón, ofrecido y aceptado, por el mal recibido o hecho. Para promover la concordia y el diálogo, hay que mirar hacia delante, pasar página y no quedar atrapados en las heridas del pasado; a pesar de ello, para recoser y sanear una sociedad fracturada, hay que identificar y denunciar los comportamientos nocivos e intransigentes, y buscar proyectos comunes, compartidos por una mayoría suficiente y respetuosos con las minorías divergentes.
Quien es nuestra Paz y ha superado toda separación, también nos advierte de que no ha venido a traer la paz, sino la espada. Quien opta por la justicia y el bien de todos no puede evitar chocar con los intereses oscuros y mezquinos de algunos.

Cinto Busquet


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