Compromiso político y diversidad

Los cristianos no queremos ser del mundo, si esto significa claudicar de los grandes principios que emanan del Evangelio; pero estamos en el mundo, y nuestra fe nos mueve a mojarnos en las cuestiones temporales para contribuir a hacer más humano y más solidario el mundo del que formamos parte. El papa Francisco, siguiendo una gloriosa tradición de compromiso social de los pontífices romanos en el último siglo, nos invita inequívocamente a no inhibirnos ante las grandes problemáticas que atenazan a nuestras sociedades.

En estos últimos días, los medios de comunicación han puesto los focos sobre la actividad política de Lucía Caram y Teresa Forcades, las dos religiosas catalanas con más proyección mediática en nuestra tierra. Personalmente, creo que, cada una con su estilo y de una manera diferente, están dando un buen ejemplo de implicación en la vida política de nuestro país, sin renunciar a su identidad cristiana y a su vocación como consagradas. Sin embargo, no faltan voces críticas sobre la labor pública de ambas religiosas, sobre todo desde el ámbito eclesial, dentro y fuera de Cataluña.

Mientras nos movemos en la esfera estrictamente espiritual, es más sencillo no atraer enemistades y no suscitar animadversiones; pero ciertamente, en cuanto bajamos a concreciones políticas o económicas del mensaje evangélico, es lógico que no todos lo veamos de la misma manera. La catolicidad de la Iglesia también se manifiesta en la diversidad de opciones políticas que adoptamos sus miembros. Lo que nos distingue como cristianos no es tanto el color de la formación política, de ser de derechas o de izquierdas, ser independentistas o unionistas, sino más bien las motivaciones que tenemos y la manera en la que ejercemos nuestra responsabilidad social en unas circunstancias determinadas.

A pesar de sus divergencias, hay dos elementos comunes, entre la monja dominica de Manresa y la monja benedictina de Montserrat, que creo que garantizan la coherencia cristiana de su trabajo con implicaciones políticas. Por un lado, ninguna de las dos fundamenta su actividad sobre actitudes hostiles y de desprestigio de otros agentes políticos, sino sobre la afirmación positiva de grandes principios éticos que suscitan un amplio consenso. Por otro, ambas desean y agradecen el apoyo de sus respectivas comunidades y no actúan como francotiradoras solitarias de causas imposibles.

Nos podrán parecer más o menos acertadas sus intervenciones y sus propuestas, pero nadie puede reprocharles que estén motivadas por intereses personales o partidistas ni que busquen ninguna ganancia fuera de una mayor justicia social para todos. ¡Ojalá que todos los que son conocidos públicamente como católicos tuvieran su talante dialogante y buscasen como ellas el bien común!

Cinto Busquet
La Seu d’Urgell, mayo 2015

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