Catalunya, país cristiano y plural

Unas declaraciones del primer ministro británico, publicadas el 16 de abril en el diario anglicano Church Times, en las que hablaba de Gran Bretaña como país cristiano, han suscitado un encendido debate en la sociedad británica los días posteriores. Ante la tesis de que en un mundo cada día más secularizado debería evitarse hablar de la fe y de la importancia del cristianismo en la vida pública, David Cameron mostraba su desacuerdo: «Creo que deberíamos tener más confianza en nuestro estatus como país cristiano, una voluntad más firme de extender la función social de las organizaciones de inspiración religiosa, y, sinceramente, ser más evangélicos en aquello que hace referencia a nuestra fe, que nos exige salir de nosotros mismos y realizar nuestra parte para mejorar la vida de las personas».

Cameron aclaraba que la condición de «país cristiano» es precisamente aquello que garantiza los derechos de todas las confesiones y el respeto hacia creyentes y no creyentes; y subrayaba que los valores cristianos pueden y tienen que ser defendidos porque son compartidos por personas de creencias diferentes y también por personas sin una afiliación religiosa específica. Una pretendida neutralidad que ignora la dimensión religiosa, alertaba el político inglés, lleva más bien a un debilitamiento de los estándares morales del conjunto de la sociedad; y al mismo tiempo sostenía la capacidad del cristianismo de inspirar a las personas a dar lo mejor de sí mismas, así como la necesidad por parte del Estado de considerar a las Iglesias como socios privilegiados en la labor común de servir a la sociedad.

Las voces críticas han remarcado que menos del 60% de la población se declara cristiana; sin embargo, el viceprimer ministro Nick Clegg, definiéndose como una persona no religiosa, ha rebatido esta posición afirmando que, como país, han sido ciertamente plasmados por los valores cristianos.

Desde esta óptica, el lema «Cataluña será cristiana o no será» atribuido al obispo Torras i Bages, que acoge a los visitantes a la entrada del monasterio de Montserrat, adquiere una nueva vigencia en el contexto plural de nuestra sociedad catalana actual. Ciertamente, no se trata de recuperar poderes anacrónicos para la Iglesia ni de querer imponer nada a nadie, sino de reconocer el cristianismo como eje vertebrador de la cultura y de gran parte de la historia de nuestro pueblo, y tener presente que, en la actualidad y en el futuro, puede continuar siendo un factor decisivo para la cohesión social y para la consolidación de un país que se fundamente realmente en el respeto pleno a la libertad y la dignidad de todos sus ciudadanos.

Cinto Busquet
Puigcerdà, mayo 2014

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