Autenticidad

Un año después de su elección, el papa Francisco sigue despertando de modo sorprendente el interés y la simpatía de los medios de comunicación y de multitud de personas, de las tendencias y de las convicciones religiosas más diversas. Todos coinciden que es un gran comunicador, y que utiliza con acierto gestos significativos y palabras adecuadas; pero la clave de su éxito mediático y de la incisividad de su mensaje no radica quizá principalmente en una estrategia comunicativa bien organizada, sino probablemente más bien en su capacidad de ejercer el propio ministerio con gran libertad de espíritu y con total transparencia, transmitiendo una coherencia plena entre lo que representa, lo que enseña, lo que es y lo que hace.

En varias ocasiones, Francisco ha alertado sobre el riesgo de mundanización de los cristianos y ha exhortado insistentemente a no aguar las exigencias del Evangelio en la vida personal y en las dinámicas colectivas de los miembros de la Iglesia. Deja claro que sólo un testimonio de fe avalado por una vida genuina según los parámetros evangélicos es creíble y atrayente; y Francisco, desde su privilegiada atalaya, donde ve muy allá y donde es observado desde los puntos más distantes y variados, nos muestra la necesidad para todos, cada uno en su nivel, de ser auténticos y de estar atentos a lo que el mundo de hoy nos requiere. Hablando recientemente a los cardenales, recordaba una vez más que nuestro lenguaje debe ser el del Evangelio, nuestras actitudes las de las Bienaventuranzas y nuestro camino el de la santidad.

El papa Francisco no nos comunica preocupación por el presente y por el futuro de la institución que preside, sino que nos contagia su apasionada confianza en la acción del Espíritu, que empuja a la Iglesia hacia nuevas posibilidades de ser simiente y signo viviente de una humanidad renovada según el designio originario de Dios. No se trata, pues, de luchar por recuperar hábilmente, con un nuevo juego de fuerzas, el terreno perdido en una sociedad secularizada que en gran parte ignora a la Iglesia, sino de vivir con más convicción y generosidad según la fe que profesamos, a fin de que, a través de cada uno de nosotros, la propuesta cristiana siga animando y suscitando en muchos la apertura a Dios y el compromiso hacia los demás y el mundo.

Francisco, con la autenticidad que transmite, ha dado una nueva credibilidad a la Iglesia universal. Nos corresponde a todos nosotros hacer posible que esta Iglesia de rostro amable que el Papa representa actualmente llegue a ser verdaderamente cercana en nuestros respectivos ámbitos de acción.

Cinto Busquet
Puigcerdà, marzo 2014

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